Felicitamos al EXCMO.SR.DON SANTIAGO ROMERO DE BUSTILLO,Presidente de Honor de Bodegas PEDRO ROMERO,S.A., de SANLUCAR DE BARRAMEDA,por el "impresionante" PREGON de la XXI FERIA DE LA MANZANILLA que ,con todo éxito,pronunció el pasado 15 de mayo 2008 en el "Salón Don Pedro",de las citadas Bodegas ,presentado por el Presidente del Ilmo.ATENEO DE SANLUCAR DE BARRAMEDA.-
Constituyó un "PREGON", en el más estricto sentido del término,pero "Algo Más": un Paseo A FONDO Histórico,Técnico y Literario sobre la Manzanilla,como el Vino Más Fino de los "finos" del Marco de Jerez,basándose en dos constantes reales e históricas: la "PLENITUD" ENOLOGICA DE SANLUCAR DE BARRAMEDA Y LA" ESPECIFICIDAD" DE ESTE VINO UNICO.-
Felicitamos al Autor-- en el fondo ,como rumor sordo y lejano,guerras comerciales-- y con su permiso les mostramos el Citado MANIFIESTO:
XXI
PREGÓN DE LA FERIA
DE LA MANZANILLA
Con la venia de la Excma. Sra. Alcaldesa de la muy noble y muy leal ciudad de Sanlúcar de Barrameda, donde tuve la dicha de nacer y de la que tanto tiempo he faltado, aunque sólo con discontinuidad y de palabra, no de pensamiento, como respecto a Valverde del Camino han noticiado los cantaores onubenses Paco Isidro, Cerrejón y los hermanos Toronjo, entre otros.
Mis primeras palabras deben ser –y son- de enhorabuena a quien copreside este acto, el Excmo. Sr. D. Luis García Garrido, puesto que anteayer tomó posesión de su cargo de SENADOR DEL REINO, felicitación que lo es a todos nosotros porque es nuestro paisano -de palabra, de pensamiento, de ejercicio y, a partir de ahora, también de residencia-, pero es que, además, se trata del primer sanluqueño que accede a dicho cargo o al similar de diputado, por ello, tal acontecimiento vigoriza aún más al que ahora celebramos, que será un PREGÓN DE CONTRASTE POR SUS LOAS Y LAMENTOS, PERO EN TODO CASO DE FUNDADA ESPERANZA.
MUESTRA DE LO SEGUNDO ES LA CARTA aquí sellada que recibí recientemente, en cuya estampilla de correos, la primera palabra del bellísimo nombre se divide en dos, por lo que no le vendría mal un tironcito de orejas a dicho servicio estatal, pues sus funcionarios tenían fama de estar muy instruidos en la geografía ferroviaria del país, en la que aparecíamos extensamente, dado que teníamos tres estaciones y un apeadero. Hoy faltan tanto éste como aquéllas -más las vías- porque se desmantelaron, con lo cual no podemos olvidarnos de Dante –en la Divina Comedia- cuando nos dice que “no existe mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en la miseria”. Idea que he sacado a colación porque cuando yo era pequeño le preguntaba a mi padre ¿por qué ponen SANLÚCAR/PUEBLO en la estación del Barrio Alto, si somos ciudad?
Evidentemente, hoy preferiría poder formular esa pregunta y, por supuesto, ahora recuerdo a Bécquer, si bien al revés porque me digo a mí mismo: “ésas...¡sí volverán!” y, para que esto sea realidad, tenemos aquí a nuestra Alcaldesa que, a buen seguro, empleará en ello el brío que le es propio, bastándole –para el éxito de tal empeño- con unos modernos tranvías, como p. ej. el que se proyecta para Chiclana de la Frontera con San Fernando que, en nuestro caso, sería con las prósperas ciudades que están inmediatamente a la derecha y a la izquierda de nuestra espalda.
Sin embargo, el error de decir “San Lúcar” nos sitúa en la gran influencia religiosa que siempre tuvo nuestra ciudad, como es de ver en sus numerosos conventos, imágenes, iglesias, más sus singulares hornacinas y los nombres de santos familiares en los recintos de las distintas bodegas, que causan el inequívoco y grato aroma de nuestros vinos, lo que nos asemeja a Sevilla, donde el de azahar es típico, si bien sólo en primavera que, aunque amplia, es temporalmente limitada, NO PERMANENTE COMO EN NUESTRO CASO, PORQUE PERMANENTE Y NATURAL ES TAMBIÉN LA FLOR DE LA MANZANILLA, que es emblema de nuestra ciudad, de la que –como alguna vez he recordado- Torcuato Luca de Tena dijo que “en cada esquina se descubre un resto de su antigua grandeza”, siendo obvio que, entre esas esquinas –por grandiosas y olorosas-, están nuestras bodegas ciudadanas, que nos incitan –por lo que guardan- a parafrasear la referencia de Gandhi a las rosas: “la manzanilla no necesita hablar, simplemente esparce su fragancia”.
Tal excelencia olfativa no pasó inadvertida al insigne profesor botánico Esteban de Boutelou, quien -por su estancia en Sanlúcar- estudió nuestros vinos y, lógicamente, la manzanilla, de la que dijo que LOS GADITANOS SENTÍAN PREDILECCIÓN POR ELLA y consideraba como posible origen de su nombre el siguiente: “de las uvas blancas aparentes como la listán, pisadas en buena disposición, y exprimidas levemente, se obtienen vinos blancos sin el menor viso, que se distinguen constantemente por su OLOR DE MANZANILLA, y por su fragancia exquisita QUE TANTO APRECIAN LOS GADITANOS”, como expone en su libro “Idea de la práctica enológica de Sanlúcar de Barrameda...”.
Siempre he dicho que el aroma y la flor están en el ambiente bodeguero de Sanlúcar, de modo que -en los paseos por las bodegas- las flores de la manzanilla nos acompañan, están a nuestra vera y dan la sensación de que participan en el coloquio de los que allí estamos, pero mejor que yo nos lo anuncia de entrada José Manuel Caballero Bonald en una poesía muy completa que dedica a la manzanilla, donde relata:
“Reposa el mosto en su cuna
queriendo ya hacerse vino.
¿Por qué secreto camino
alcanzará esa fortuna?
Fragante como ninguna,
trae la brisa de esta orilla
su más fecunda semilla
y en el aire se presagia
como por arte de magia
la flor de la manzanilla”.
Como también ha destacado el aroma de nuestro vino preponderante el doctor en Derecho Mercantil e ínclito poeta sevillano, de ascendencia soriana, Enrique Barrero Rodríguez, quien así honra a la manzanilla:
“AURORA
¿Quién herido de luz, soñó en tu orilla
el vuelo de una tímida gaviota?
¿Y quién echó a volar, en hora ignota,
el sueño de la antigua manzanilla?
¿Quién –con unción de jara sobre arcilla
y oro de arena bajo espuma rota-
perfiló la belleza que se acota
por El Coto, soñada maravilla?
¿Quién te llenó de sal y de resina
y en el aire dejó, denso y cercano,
el aroma del vino en cada esquina?
¿Con qué pincel eterno y meridiano
se hizo la claridad que te ilumina
y el mar que llevas siempre de la mano?”
A todas estas preguntas responde a la perfección mi amigo y compañero –pero ante todo poeta- José Ángel Mancha y de Cadenas -colateral descendente del benefactor de Sanlúcar D. Manuel Godoy, “príncipe de la paz”-, quien se ha sumado al acto que estamos celebrando con este sensacional cántico:
“MANZANILLA
En Sanlúcar por su orilla,
El Guadalquivir se esparce,
Se hace mar y manzanilla.
La vid se arranca su entraña
Y hace su flor amarilla
Para el paladar de España.
Coto, Mar, Guadalquivir,
Tierra del toro sencilla;
Nace la flor sin sentir
Haciéndose manzanilla.
Duerme su flor sobre el lecho
De un vino con clima propio;
Sanlúcar le da su pecho,
La marisma su piropo,
El coto la maravilla,
Y el mar mirando hacia el Coto
Engendra la manzanilla.
Y testigo del milagro
Lo fue allá lejos Sevilla”.
El anterior canto concuerda con lo que dijo el famoso periodista A. Burgos del “barco de Reverte”: “está entre Sevilla y Cádiz, como Sanlúcar”, de la que suelo decir con frecuencia que estamos “EN EL FINAL DE LA CALLE” que, como todos sabemos, es la mayor de Andalucía, o sea, el Río Guadalquivir, cuya desembocadura es tan esencial para la manzanilla, por la penetración del océano en el río.
Son abundantes los elogios a nuestro lugar y así el afamado periodista Manuel Martín Ferrand nos recordó que, como tantas veces se ha dicho, Estrabón situó el oráculo de Menesteo en SANLÚCAR DE BARRAMEDA, a la que piropeó diciendo: “donde se dan la exquisita manzanilla del lugar y los mejores langostinos del mundo que por aquí recalan”.
Y aunque estamos plenamente satisfechos del nombre de nuestra ciudad que, por cierto, es muy bien parecido, también tenemos el apreciado y bonito de PUERTO LUCERO, muy usado poéticamente, como respecto a estas bodegas hizo mi querido primo –que, como yo, también es biznieto de nuestro fundador-, el profesor doctor, académico, economista, abogado, historiador y poeta, Ilmo. Sr. D. Vicente Romero Muñoz, en una décima que elaboró in situ y en la que, con magistral síntesis, describe a las bodegas en que nos encontramos:
“BODEGAS DE MIS ANCESTROS
Bodega en Puerto Lucero,
del Río Grande a la orilla,
con flores de manzanilla,
plantó Vicente Romero
con tres portales fronteros.
Pedro puso la pasión
y Aurora, su corazón.
¡Los hombres que te mantienen,
no valen por lo que tienen,
que valen por lo que SON!”
A la vista está que las antedichas poesías –y otras que luego vendrán- satisfacen totalmente la premonición de Simone Weil: “A LAS CIUDADES LES GUSTA SER AMADAS”.
Tras esta obligada digresión, prosigo con el saludo inicial: Excmo. Sr. Representante del Poder Judicial en Andalucía Occidental, Autoridades, Sr. Presidente del Ateneo Sanluqueño con su Junta Directiva y asistentes a este acto, que no he buscado sino que en él me encuentro, como sucede con nuestros buenos “palos cortados” que los hallamos entre los “olorosos”, citas acordes con la afirmación de J.M. Caballero Bonald en “Sanlúcar, cuerpo y alma” del libro “La Manzanilla”, consistente en que “resulta evidente que, ENTRE LOS GRANDES VINOS DEL MARCO DE JEREZ, LOS DE SANLÚCAR OCUPAN UN LUGAR DE MUY ESPECIAL RELEVANCIA. Aparte de la inconfundible MANZANILLA –SÍMBOLO UNITARIO DE LOS VINOS ANDALUCES, como agrega posteriormente-, no deben olvidarse otros tipos de vinos de excepcionales virtudes: el amontillado, el oloroso, el palo cortado, el Pedro Ximénez... Y algo especialmente destacable: un brandy de espléndidas características, procedente de viejas soleras y envejecido en botas de roble. Hay algún gran reserva que merece ser considerado como único en su género”; precisándose por mi querido primo D. Antonio Pedro Barbadillo Romero –hijo predilecto de la ciudad- que “LA MANZANILLA ES EL PRINCIPAL VINO SANLUQUEÑO”, a lo que me permito agregar que es la ASPIRACIÓN DE SUS VINOS EN FLOR, el “PATA NEGRA” DE SUS VINOS BLANCOS, EL SUEÑO Y LA PASIÓN DE LOS SANLUQUEÑOS, NUESTRO SANTO Y SEÑA, NUESTRO EMBLEMA, EL VINO ESPECÍFICO DE NUESTRA CIUDAD, PERO SIEMPRE EN FELIZ CONVIVENCIA CON LOS DEMÁS, QUE LOS PRESUPONE O LOS DETERMINA Y DE LOS QUE ES LA NAVE CAPITANA.
El expresado encuentro conmigo se debe a la manifiesta indiscreción de mi HERMANO FERNANDO, el farmacéutico del Barrio de los Gallegos –en lo sucesivo y para entendernos sólo “el barrio”-, que tiene plaza propia en dicho lugar y siempre atiende de alguna manera a quien le pide algo, aunque sea –como aquí acaece- generando una obligación en otro, lo que tuvo su origen en la petición que el año pasado me hizo -por su indicación- la natural y vecina del “barrio” Dª María Lobato Franzón, lo que entonces pude sortear porque me acababa de jubilar, pero este año D. Manuel Reyes Vara –Presidente del Ateneo, a quien fervorosamente agradezco la presentación que me ha efectuado- recordó a mi esposa –Pilar Candau Fernández/Mensaque- que ya carecía de excusa, por tanto, confiaba en mi aceptación y aquí estoy porque ella –con el apoyo de su hermana Rocío- dijo que sí, pero para no crear muchas ilusiones debo reconocer mis limitaciones y, para ello, nada mejor que decir: “pues esto es lo que hay”, como en cierta ocasión manifestó nuestro llorado poeta Toto León, quien –en su delicioso libro “Coplas y Romances del Bajo Sur”- incluye esta extraordinaria canción a NUESTRO VINO MÁS SIGNIFICATIVO:
“MANZANILLA
¡Qué divino lagar la canastilla
donde acunó tu gracia vendimiera!
¿En qué rito de magia salinera
se proclamó tu nombre, Manzanilla?
¿Qué pregonera voz, qué maravilla
de rumores cuajó tu primavera?
¿Qué caña te llevó por vez primera
y marcó el horizonte de tu orilla?
Marinera del alba y del poniente,
peregrina por tierras y por mares,
virgen rubia de gracia adolescente.
Capitana de leve singladura;
que la marisma encienda tus altares
y se vuelva secreto en tu cintura.”
En consecuencia, me he convertido en el pregonero que jamás soñó con serlo y que viene a publicar lo que –por más versados- conocen mejor todos los concurrentes, si bien es de advertir que no me ha faltado entusiasmo en la tarea porque -como nos enseña J. L. Martín Descalzo- “hay una cosa estupenda: un viejo que asume la segunda parte de su vida con tanto coraje e ilusión como la primera”, actitud en la que siempre intento estar para poder afirmar –con Martín Luther King- que, “aunque supiese que mañana se acababa el mundo, yo igual plantaría mi manzano”, con lo cual nos acercamos al olor de nuestro vino, del que igualmente debe decirse que es indiscutiblemente CURATIVO PORQUE FAVORECE LA MEMORIA, LA ACTIVIDAD DE LA VESÍCULA BILIAR Y LA FUNCIÓN DE LOS RIÑONES, BENEFICIOS QUE DEBEN AGREGARSE A LOS MÁS PROPIOS, INDUBITADOS Y OSTENSIBLES DE LA MANZANILLA, CUALES SON –COMO TODOS SABEN, DADA SU FÁCIL APRECIACIÓN- LA TERSURA DE LA PIEL Y LA BUENA REGULACIÓN DEL RITMO INTESTINAL. Nuestro repetido José Manuel Caballero Bonald, en la poesía aludida, se hace eco de ello diciéndonos:
“Manzana en diminutivo,
¿en qué paraíso creces,
con qué oro te enriqueces,
qué aroma tienes cautivo?
De su sustento yo vivo
y es medicina tan pura
que después de la clausura
en el edén bodeguero,
lo que de veras yo quiero
es someterme a su cura.”
Aparte de que enamora, aunque yo no soy poeta, pese a que se dice que todo enamorado lo es, a mi disposición he tenido lo que han dicho otros muchos que sí lo son, sobre todo, los competentísimos pregoneros que me han precedido, bien entendido que todo sanluqueño lleva consigo la manzanilla. De todos modos, muchas gracias a los mencionados que han provocado mi presencia en este acto porque su preparación me ha obligado a reflexionar sobre Sanlúcar y sobre mí, agradecimiento que es superlativo porque se me ha asignado este cometido el corriente año 2008, que es JUBILAR MARIANO en Sanlúcar, por ser el cuarto centenario de la entrada de la Virgen de la Caridad en nuestra tierra de la mano del alférez de la Real Armada Española D. Pedro de Rivera y Sarmiento quien, tras postrarse a los pies de la Caridad de Illescas (Toledo), encargó una imagen de vestir de nuestra venerada Virgen, lo que hizo en Sevilla al artífice D. Gaspar de Águila, trayéndosela a Sanlúcar y, como es conocido por la mayoría de los asistentes, a través de él, la devoción y advocación de la Caridad pasó a América, donde ha tenido la difusión que todos sabemos. En este particular de agradecimientos debo incluir a D. Enrique Hepburn Alejandre, D. Fernando Valencia Robles, Dña. María José Romero Barrero, D. Juan Vargas Medrano, D. Santiago Pérez del Prado y D. José Manuel García Bernal, pues los dos primeros me han facilitado documentación que les pedí para la preparación de este pregón, en cuya organización han participado activamente, como igualmente han hecho la tercera y el cuarto, el quinto me ha orientado bibliográficamente y el sexto me ha asesorado enológicamente. Asimismo, doy las gracias a los discrepantes porque me han impulsado a profundizar en la fundamentación de mis criterios sobre lo que nos ocupa, gracias que extiendo a diversos colaboradores en aspectos concretos, algunos de los cuales mencionaré posteriormente por la mayor precisión de su ayuda, siendo muy especial mi agradecimiento a Dña. Ana María del Toro López, ya que ha ejecutado toda la labor de escritura, con gran iniciativa y agrado, por lo que me ha permitido realizar este trabajo tranquila y verbalmente, por ende, con mayor espontaneidad.
Deliberadamente, corono este apartado de agradecimientos con la inclusión en él de quien constituye LA META ILUSIONADA Y LA INSPIRACIÓN CONSTANTE DE MI VIDA, que es la célebre “cantante de la Bellepop”, mi hija Lola Romero, para mí –sin duda alguna- “lo mejor del mundo entero”.
La manzanilla suscita un pasado familiar que, sin disfraz alguno, se actualiza con claridad, por lo que genera un presente vivo y un esperanzador futuro; esto le acontece a cualquier sanluqueño, más aún cuando está fuera de su ciudad y, al respecto, me vienen a la memoria varias anécdotas: una de ellas es que, en un viaje a Tierra Santa, naturalmente, visitamos Caná de Galilea, donde Jesucristo hizo su primer milagro, en cuya narración evangélica se nos da una GRAN LECCIÓN ENOLÓGICA: “todos sirven primero el mejor vino y, cuando ya han bebido bien, el peor; tú, al contrario, has reservado el vino bueno hasta ahora”, por eso en mi empresa familiar organizamos la degustación a la inversa, es decir, se hace la cata de menos a más y aquélla al revés. Cuando recuerdo esto me represento mentalmente a Sanlúcar y sus vinos, llegando a pensar que los nuestros tienen que derivar de los buenos vinos del milagro, por cuya vía nos hermanamos con Caná, pues bien, con motivo de ese viaje, tuvimos una conmemoración bodeguera a la que acudió la peregrina habitual Doña Ana Palacios Cabezas, con la curiosidad que le proporcionaba ser sobrina del arquitecto sanluqueño y vecino de Madrid –también tío mío- D. José Delgado Lejal y haber visto siempre que, en sus reuniones familiares de los domingos, se sentaba en un rincón, con una copa de manzanilla por delante, a la que miraba y admiraba continuamente, lo que a ella le extrañaba, pero tras esa visita a la bodega sanluqueña comprendió perfectamente a su tío, porque se dio cuenta que esa mirada a la copa lo era a su pasado familiar, a sus recuerdos de juventud, a sus ilusiones de futuro y al olor a nardo, tan clásico para nuestro pueblo –aquí me refiero a nosotros, o sea, a la tercera acepción de la palabra-, que unido a una copa de manzanilla sitúan a cualquier sanluqueño en sus primeros ensueños veraniegos, pues nardo y manzanilla –que sólo pueden juntarse fuera de la bodega por su competencia aromática- son los ingredientes normales del inicio de las parejas sanluqueñas y nos mete de lleno en las bonitas palabras de Juan Ramón Jiménez que, como recuerdan los mayores y pueden suponer los que no lo son, en su época y muchos años después eran pura fantasía de poeta:
“Le dije que iba a besarla;
bajó serena sus ojos
y me ofreció sus mejillas
como quien ofrece un tesoro.
No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios
... y las lágrimas rodaron
de sus ojos melancólicos”.
En la copa estaba su Sanlúcar del alma y su atenta observación se prolongaba indefinidamente porque era la consecuencia natural de su afecto y amor no solo a lo que soñaba sino también a lo que veía –superando con esto el pensamiento de José Selgas-; posiblemente también estaría diciéndole en sus adentros a la manzanilla el requiebro que se contiene al final de la antes aludida poesía de Bécquer:
“Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará;
pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido ..., desengáñate:
¡así no te querrán!”
Este suceso se lo conté a un sobrino mío residente en Madrid, a quien le dije que no perdiera tan buena práctica, me contestó rápidamente que la tenía, lo cual no puede sorprender porque mi familiar en cuestión es el también poeta Fernando Romero Barrero, alias “Pastrana”, quien así ha cantado a nuestro vino:
“MANZANILLA
Aires de la marisma, flor de río
que funde mil cosechas para un sorbo,
delicado amargor del Bajo Guía,
en Barrameda, luz de estampa clara.
Meticuloso afán de vinatero
romántico, paciente, apasionado.
Fruto de manos rotas y abatidas,
cómplices silenciosas y artesanas.
Curvas de amanecer, mujer desnuda,
jengibre seductor de tez trigueña,
laberinto celeste en un idilio
de sombras y de mar, del roble enamorada.”
Nuestro vino rejuvenece porque sorprende a diario y así me lo decía el vinatero extremeño D. Javier Jaraquemada Ovando, a quien le resultaba admirable que un vino blanco fuese mejorando continua y progresivamente; y mi preparador de oposiciones el Excmo. Sr. Dr. D. Mariano Monzón de Aragón, a quien todos los años le regalo una cajita de vino de nuestra tierra, en uno de ellos me escribió –de puño y letra, como en él es costumbre- diciéndome que “generalmente, a los vinos se les atribuyen muchos efectos nocivos, pero que él y su familia venían tomando los nuestros todos los años y le sentaban muy bien”, añadiendo que “se ve que esos malos efectos se referían a los vinos malos porque en los buenos era todo lo contrario, lo cual es natural”. Es claro que con esta misiva estaba recordando a CICERÓN, para quien “LOS HOMBRES SON COMO LOS VINOS: CON LOS AÑOS SE AGRÍAN LOS MALOS Y MEJORAN LOS BUENOS”.
Es muy difícil para un sanluqueño –y para quien llega a conocerla- vivir sin la manzanilla, como dice su himno, puesto que genera el convencimiento de que, efectivamente, son ciertas sus virtudes, por ello, asocio las ideas y aplico a nuestro vino estrella el pasaje mitológico que Luis Ignacio Parada recordó en su artículo “Envejecer sin decrepitud”, publicado en ABC de Sevilla el 09/04/2002, consistente en que, al desposarse, Aurora pidió a Zeus –y le fue concedido- su eterna juventud y la inmortalidad para su esposo Tithonus, lo que constituyó un craso error de la peticionaria porque permaneció radiantemente joven, mientras su esposo tuvo que luchar permanentemente contra el envejecimiento. Es indudable que, de haber conocido la manzanilla de Sanlúcar y haberla bebido moderadamente, él hubiera vencido en su lucha, puesto que con la manzanilla está garantizada la permanente juventud.
Como me indicó mi amigo y compañero, el Ilmo. Sr. D. Antonio Gil Merino –gran entusiasta de Sanlúcar-, en la propia metafísica se razona profundamente sobre el vino y así nuestro José Ortega y Gasset en EL ESPECTADOR I (1916), incluye una reflexión que denomina “Tres Cuadros del Vino” (Tiziano, Poussin y Velázquez), con un preámbulo que titula “Vino divino”, donde dice que “las gentes frívolas piensan que el progreso humano consiste en un aumento cuantitativo de las cosas y de las ideas. No, no, EL PROGRESO VERDADERO ES LA CRECIENTE INTENSIDAD CON QUE PERCIBIMOS MEDIA DOCENA DE MISTERIOS CARDINALES... y, vagando por el Museo del Prado, me he detenido casualmente ante tres lienzos: uno es la Bacanal de Tiziano, otro la Bacanal de Poussin; otro Los Borrachos de Velázquez. Estas tres obras de tan disidentes artistas coinciden en el tema...: el vino. ... que, antes de que fuera un problema administrativo, fue el vino de un dios ... porque da brillantez a las campiñas, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza. El vino es un dios sabio, fecundo y danzarín ...”, predicando de la primera Bacanal que “dentro de estos recipientes brilla el vino. Beben. La tensión histérica de los ánimos cede: las pupilas se van poniendo incandescentes, las fantasías se incorporan en las celdillas cerebrales...el compás es una oculta lógica que yace en el músculo; EL VINO, LA POTENCIA, Y HACE DEL MOVIMIENTO DANZA... porque el vino –según Tiziano- lleva la pura materia orgánica a una potencia espiritual y en Poussin, la Bacanal no es una fiesta, sino la vida normal, la felicidad hecha norma. LA NATURALEZA ES MÁS PERFECTA QUE LA CULTURA –esto es muy aplicable a nuestra manzanilla, aunque en ésta se dan ambas- y de la Bacanal de Velázquez dice que, en ella, no solo hay un Baco, sino que hay un sinvergüenza representando a Baco. Es nuestro pintor. Ha preparado el camino para nuestra edad, exenta de dioses; edad administrativa en que, en vez de Dionisos, hablamos del alcoholismo.”
La literatura ha sido –y es- pródiga en lo atinente al vino, siendo resaltables los variados proverbios y dichos consignados en “ARTE DE VIVIR – AH! EL BUEN VINO!” que, con su constante afán de servir, me proporcionó mi maestro el Excmo. Sr. D. José María Marín Correa –Magistrado del Tribunal Supremo y Catedrático-, valiendo como ejemplo de los primeros: “EL vino es inocente, sólo el borracho es culpable” –ruso- y “Una barrica de vino puede realizar más milagros que una iglesia llena de santos” –italiano-; y de los segundos: “Hay más filosofía y sabiduría en una botella de vino, que en todos los libros” –Louis Pasteur-, “Más vale beber demasiado vino bueno, que poco y malo” –Georges Courteline- y “El vino es lo que más ha civilizado al mundo” –François Rabelais-.
El eminente catedrático, abogado, escritor, gastrónomo y Gran Cruz, Excmo. Sr. Dr. D. Juan Antonio Sagardoy Bengoechea, sintetiza su opinión sobre los vinos buenos en el propio título de su discurso de ingreso en la Academia Española de Gastronomía, cual es “EL VINO CONVIERTE EN ORO EL PLOMO DE NUESTRA VIDA”, del que dice que es “uno de nuestros mejores compañeros vitales, un animador de nuestra existencia, algo que merece la pena incorporarlo a nuestro peregrinaje en la tierra”, citando a Grimord, en su Almanaque gastronómico de 1803, donde dijo que “EL VINO ES EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE CUANDO SE USA CON MODERACIÓN Y SU MAYOR ENEMIGO SI SE TOMA EN EXCESO. Es el compañero de nuestra vida, el consolador de nuestras penas, el ornato de nuestra prosperidad, la principal fuente de nuestras verdaderas sensaciones. Es la leche de los ancianos, el bálsamo de los adultos y el vehículo de los amantes de la buena mesa. LA MEJOR COMIDA SIN VINO ES COMO UN BAILE SIN ORQUESTA”. Asimismo, invoca una de las reglas de San Benito para su Orden, donde se preceptúa que “beber un cuarto de litro de vino por día es suficiente, pero si una mayor cantidad se demostrara necesaria, le correspondería al Padre Abad decidirlo”, a lo que Sagardoy apostilla: ¡Qué sentido común tenía este Santo! y más cuando adiciona que “más vale tomar un poco de vino por necesidad, que mucha agua por avidez”.
Manuel Machado relata que:
“Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.”
Y nuestro muy estimado Caballero Bonald nos narra en otro lugar de su antedicha poesía que:
“En la bodega se hospeda
lo que yo pregono ahora:
el gran vino que atesora
Sanlúcar de Barrameda.
Ojalá que nadie pueda
dejar de atender mi aviso
y beba lo que es preciso,
que después de haberlo hecho
se le abrirán en el pecho
las puertas del paraíso.”
Estas ideas que se han exteriorizado tienen una patente aceptación bíblica, lo que compendió certeramente la hoja de 15/02/08 del Taco Calendario del Corazón de Jesús –Ediciones Mensajero, S.A.-, donde se recoge que el EXCESO DE NOÉ SE REPROCHÓ EN EL GÉNESIS, sin embargo, el vino se considera “un don de Dios”, cuya abundancia deseó Isaac para su hijo Jacob y al que se le debe dejar “que envejezca para beberlo con gusto”, como dice el Eclesiastés, que le llama “sangre de la uva” que, tomada con templanza, es una SEGUNDA VIDA; por su parte, el santo rey David expone que la tierra produce “el vino que alegra el corazón” y los Proverbios recomiendan “dar vino al que tiene amargura en el alma”; TODO LO REFERIDO LE OCURRE A LA MANZANILLA, como proclamó Francisco Gil Cano en su poesía “EL VINO DE LA ALEGRÍA”, del que dijo:
“¡Vaya un vino, Dios divino!
¡Vaya un vino de una vez!
No hay más que perder el tino
con vinos de ese jaez.
¡Qué Fina! ¡Qué Olorosa!
¡Eres una maravilla!
Y debes estar orgullosa,
de llamarte MANZANILLA”.
Además, LA MANZANILLA NO ES UN VINO DE ABRIGO, SINO DE PRIMAVERA, PERO LA SANLUQUEÑA DE DOCE MESES; tampoco es de añada, sino jerarquizado, sigue fielmente su carrera hacia la perfección como tal, buscando paulatina y progresivamente la armonía y el equilibrio de sus caracteres –los que los técnicos llaman “organolépticos”-, los vinos nuevos se mezclan -e impulsan- con los anteriores, todos rejuvenecen, creando una sinfonía de colores, olores y sabores, por eso la manzanilla asombra y entusiasma, pasado y futuro se juntan con el presente, se consigue con ello la antedicha eterna juventud, no es aplicable aquí el pasaje evangélico: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo odres nuevos”, sino algo muy distinto porque se busca la unión de lo nuevo con lo viejo en sus botas de siempre, aunque marcando los tiempos para conseguir su culminación, como complementa José Manuel Caballero Bonald en su reiterada poesía:
“El tiempo llega y anida
como un ave en cada andana.
Con qué paciencia se afana
por incubar esa vida.
Ya con la edad requerida,
el vino en mágico empeño
despierta al fin de su sueño
y el milagro ha sucedido:
en tan sanluqueño nido
nace el vino sanluqueño.
De la viña a la botella,
ya se ha cumplido el destino,
ya está deseando el vino
compartir su buena estrella.
La copa espera y con ella
hay un ángel bodeguero.
Bebe esa copa primero
que tras lección tan gozosa
no beberás ya otra cosa
ni aquí ni en el mundo entero”.
Su expresada jerarquía se revela en sus distintos grados –FINA, OLOROSA, PASADA Y AMONTILLADA-, y así se ha declarado en numerosas poesías, de las que -por vía de ejemplo e incluida, como muchas de las invocadas, en el libro “La Manzanilla” de Manuel Barbadillo Rodríguez, hijo predilecto y Medalla de Oro de la ciudad- anoto la siguiente de Juan Antonio Campuzano:
“LA MANZANILLA
Fina, pasada, olorosa
o amontillada, es igual.
En la caña de cristal
la albariza generosa
exprime su milagrosa
corriente de alba dorada:
Manzanilla matizada
de una gama peregrina.
¿Qué más da pasada, fina,
olorosa, amontillada?”
Mi hermano D. Iñigo de Loyola, en un artículo titulado “La Manzanilla: su crianza y su precio”, publicado el 20/10/1996 en el Diario Información, describe con detalle tales grados, diciendo “de la fina que ha de tener un mínimo de cuatro años y no haber estado sometida a un proceso especial de envejecimiento, de la olorosa precisa que su aroma es más punzante y persistente y de la pasada que, tras haber sido sometida a un proceso especial de envejecimiento, adquiere caracteres especiales, cuales son el aroma más intenso... pero cuyo sabor seco sigue conservando la gran suavidad y el ligero amargor que es característico de la manzanilla fina”, o sea, lo que decíamos antes: “LA ETERNA JUVENTUD”.
Hace muchos años –y me lo ha repetido con posterioridad-, Don Damián Gallego-Góngora y Díaz de Urmeneta –amigo y bodeguero en Villanueva del Ariscal- me dijo que la excelencia del vino en flor se debe a la brisa atlántica de Sanlúcar de Barrameda, lo que a él le servía de consuelo porque algo de esa bondad llegaba a su bodega por estar situada en los altos de El Aljarafe, es decir, próxima a Sevilla y a la derecha del Guadalquivir.
Don Francisco Criado Espejo, letrado montillano, cofrade trujal y chambelán de la Cofradía de la viña y el vino de Montilla, nada más presentarnos en Córdoba –donde coincidimos para participar en el acto de homenaje a nuestro común amigo, el Iltre. Sr. D. Enrique Summers Rivero-, me dijo: ¡qué suerte ser de Sanlúcar de Barrameda, la joya de la corona en cuanto atañe al vino, donde se concentra lo máximo de la calidad vinícola!. En aquella conversación y otra posterior hemos hablado y estado de acuerdo en que Sanlúcar es “el auténtico lugar originario del vino en flor, del que la manzanilla representa la sublimación de la finura”, siendo -la manzanilla- “la hija legítima del Atlántico y del Guadalquivir, producida por la penetración de aquél en éste y espoleada por los pinos de Doñana, que es la mirada de frente que tienen los sanluqueños”, pero si la manzanilla tiene su origen en el mar –el Atlántico-, como es un ser que se vivifica diariamente por mor de su velo de flor –realmente, manta de flor en Sanlúcar de Barrameda-, no muere, sino que se convierte, desembocando en su propio mar, que es el amontillado, expresión acuñada en esta tierra por mera asimilación y no por derivación de los vinos de la citada ciudad cordobesa, cuyos mostos tienen fama –y es realidad- de elevada graduación alcohólica, por ello, cuando nosotros decimos que un vino “se amontilla”, estamos diciendo que su graduación se eleva, lógicamente porque la madurez de la manzanilla ha progresado de tal manera que su flor va disminuyendo. Hemos oído siempre los sanluqueños que Isabel la Católica visitó nuestra ciudad, pero por ser castellana y, consecuentemente, estar acostumbrada a vinos recios, se le trajeron unas carretadas de vinos de Montilla, por ser de más carácter que los sanluqueños, de lo que puede inferirse que quedase el nombre asociado a esa fortaleza alcohólica y, por figuración, se aplicase a la manzanilla –o el fino- una vez transformada de la manera que se ha dicho.
Emocionante es el elogio que a la manzanilla tributó Juan Pedro Domecq y Díez, en su poesía dedicada:
“A MI ENTRAÑABLE AMIGO Y ADMIRADO
COLEGA
MANOLO BARBADILLO
¡Manzanilla!
¡Sanluqueña maravilla,
dorada fuente que brilla,
aroma del vino fino!
¡Niña del marco Jerez!
Primorosa exquisitez
que transmina flor de vino
a la brisa marinera,
con la gracia pajolera,
del rincón de Andalucía;
donde todo es alegría,
donde da gusto vivir;
junto a la marisquería
que ofrenda Bajo de Guía
al pie del Gualdalquivir.”
La susodicha unión de pasado, presente y futuro que existe en nuestra manzanilla, “avanzando día a día” e imitando a Antonio Machado: “golpe a golpe, verso a verso, haciendo caminos”, de modo que no hay manzanilla sino manzanillas que, como el camino, “también se hace al andar”, esto es, los reemplazos, o lo que es lo mismo los nutrientes, pero todo sobre el suelo y el vuelo de Sanlúcar -HASTA DOCTORARSE-, que no otra cosa es su conversión en amontillado, según acertada opinión del profesor doctor Ilmo. Sr. D. Tomás Pascual Rodríguez. Lo que rodea a la manzanilla tiene indiscutiblemente un rasgo altruista y familiar, que constituye un imperativo, un estímulo y un objetivo, como la manzanilla es en sí misma, porque no todos los vinos sobretablas son adecuados para que, de manera natural, “floreen” con la permanencia y entidad suficientes para que así se les considere, en definitiva, no siempre “manzanillean” bien, como le gusta decir a mi sobrino Fernando Barbadillo-Romero Eyzaguirre.
Este aspecto desinteresado e ilusionante se refleja en la también décima que, a su propia familia, dedicó mi ya mencionado eximio primo, Vicente Romero Muñoz, cual es la siguiente:
“SEMBLANZA DE LOS ROMEROS
Tienen armas y blasón
en la casa solariega,
Quijotes de la Bodega
por herencia y vocación.
Hermanos en la ilusión
lejos del Debe y Haber,
rinden culto a la mujer.
Admiran a los activos
desdeñan a los altivos
y sólo temen a Dios.”
De cuanto se ha expuesto queda perceptible la inducción de dos presupuestos, premisas o principios, que son “la plenitud enológica de Sanlúcar de Barrameda” y “la especificidad de su manzanilla”; ambos tan sumamente ligados e inescindibles que EL SEGUNDO SE RECONOCIÓ LEGALMENTE CUANDO MUCHO ANTES SE HABÍA PROCLAMADO EL PRIMERO, SIN QUE SE ELIMINASE componente alguno de éste –finos, olorosos, palos cortados, amontillados, etc...-, al que el exclusivo del segundo –manzanillas- NO SUSTITUYÓ EN PARTE ALGUNA, SINO QUE LO COMPLEMENTÓ, es decir, a todos los vinos comprendidos en el primero se agregó el del segundo, sabiéndose el contenido de aquél, o sea, “aquellos vinos y, además, con posterioridad la manzanilla”, por ello, el transcurso de tantos años provoca una mayor consolidación de nuestra situación jurídica y aumenta más aún –si cabe- la sinrazón de que nuestro exclusivo vino merme las posibilidades de los otros que teníamos y -seguimos teniendo- con anterioridad, los que, como antes relaté, aquélla presupone o determina, de ahí que se imponga la aseveración de que “EN SANLÚCAR DE BARRAMEDA SE DAN TODOS LOS VINOS DEL RESTO DEL MARCO DE JEREZ, MÁS LA MANZANILLA”, por lo que EL INTENTO DE EXPULSARNOS PARCIAL PERO ESENCIALMENTE de dicho Marco, mediante la prohibición de producir vino fino, va contra la realidad natural y la jurídica, constituyendo una reprochable e inadmisible amenaza la advertencia que a ello se está uniendo de que, en caso de no aceptarse esa prohibición, se podrían producir ataques a la manzanilla y su exclusividad sanluqueña.
El primer principio fue implícita pero claramente cantado por Alfonso Ambrosy en su
“POESÍA FESTIVA AL VINO MANZANILLA”
(Composición premiada en los Juegos Florales del año 1920,
en Sanlúcar de Barrameda.
Fue presentada con el lema: “Bacanal”-se ve que está influido por Ortega y Gasset-), en la que se lee
“....Comprendo que en este mundo
hay muy extrañas creencias,
mas todas, en este caso
contra este vino, se estrellan:
porque son muchas las marcas
adaptables, sin reservas,
a todos los caracteres
por muy distintos que sean,
y… allá van distintos nombres
para que no me desmientan…
GITANA, al supersticioso,
al flamenco, LA GABRIELA,
beba el varietés LA GOYA,
el marino, LA SIRENA,
el devoto SAN LEÓN,
el taurómaco, que beba
de SU MAJESTAD EL CALVO,
el que entienda de aritmética
SOLERA CUARENTA Y SIETE,
Los CUARENTA y OCHO, etcétera…
quien le guste el bello sexo,
que beba AURORA y CARMELA,
EVA, CRISTINA y ROSITA,
CONSOLACIÓN y RAINERA,
MEDALLAS para los héroes,
con ALEGRÍA, no hay penas,
las TRES BES, del comerciante…
CLÁSICA, da la belleza.
El que quiera trato fino
EL FINO HIDALGO que beba,
FINO IMPERIO y GADITANO
que convencen a cualquiera…
Al buen fumador CANILLAS,
y la VICTORIA, a quien venza…
Indica tener mal gusto
quien no quiera MIL PESETAS,
pues LA GUITA es imposible
el poder pasar sin ella…
Al campesino PASTORA,
MARINA, bebe la orquesta…
Y esto, sin contar las marcas
privadas, de las bodegas,
que eso lo saben… muchísimos
que por las tardes copean…
Bebamos, pues, Manzanilla
que, cuando la copa llena
es un chorro venturoso
de risa cascabelera:
Es una canción triunfante
para el alma de esta tierra”.
Por consiguiente, EN SANLÚCAR NO SE EXCLUYE VINO ALGUNO DEL MARCO DE JEREZ; como dije antes, se dan todos -incluido el fino, tan antiguo en Sanlúcar como la misma manzanilla que, aun siendo ésta un vino distinto de aquél, aunque está en el mismo camino, es una modalidad del mismo, habiéndosele siempre considerado como “EL MÁS FINO DE TODOS LOS FINOS”- y esta realidad plurienológica de muchos años tuvo su refrendo normativo en el reglamento de 19/01/1935, para el desarrollo del Consejo Regulador de la denominación de origen “Jerez-Xérès-Sherry”, lo que se detalla en el libro “La Manzanilla. Historia y Cultura. Las bodegas de Sanlúcar” de Ana María Gómez Díaz, al que me remito, todo lo cual determina la conclusión de que LA antedicha PLENITUD ENOLÓGICA FORMA PARTE DEL PATRIMONIO HISTÓRICO, ECONÓMICO, CULTURAL, SOCIAL Y JURÍDICO DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA, LO QUE OBLIGA A SU DEFENSA.
Creo que es opinión generalizada en Sanlúcar la de que debemos estar atentos a reclamar lo que no se nos ha dado, a reivindicar lo que se nos ha ido quitando a lo largo de los años y, sobre todo, A CONSERVAR lo que tenemos, más aún si se trata de productos de nuestra naturaleza que, además, están totalmente integrados en nuestra tradición y cultura, COMO SON TODOS NUESTROS VINOS, PRESIDIDOS POR LA INIGUALABLE MANZANILLA. De lo primero ya se están comprobando frutos positivos, según es de ver en el capítulo de las “autovías”.
En lo atinente al segundo principio, o sea, la especificidad, debe dejarse sentado que LO ESPECÍFICO NO SE CONTRAPONE A LO GENÉRICO, ES MÁS, LO PRESUPONE Y COMPLEMENTA, como aquí sucede, en consecuencia, son dos caracteres compatibles y, por ende, defendibles.
Esta especificidad –inseparablemente unida a su previa plenitud- también se describe por el tan mentado José Manuel Caballero Bonald en su citado libro, donde –en el párrafo siguiente al referido a la plenitud- literalmente dice de nuestra “sin par” manzanilla que “sólo puede criarse en Sanlúcar y posee un conjunto de rasgos y cualidades únicos, incomparables, de extraordinario equilibrio. Su prestigio no es más que una obvia consecuencia de esas virtudes. Dicen los enólogos que son los microorganismos que llegan de Doñana los que se incorporan al mosto procedente de las viñas aledañas para convertirlo en MANZANILLA. Otro maravilloso regalo del edénico Coto de Doñana, siempre presente en la otra orilla del Guadalquivir”.
Yo mismo comprobé la llegada -a esta bodega que, como pueden observar, está en un profundo humedal relleno de esta ciudad- unos sobretablas el 14 de agosto de 2004 –año caluroso en exceso- y, al final del mismo mes, era innecesaria la linterna para comprobar su manta de flor, dada la exuberancia de la que se había formado. Jamás olvidaré esta imagen, verdaderamente impresionante y sólo explicable por nuestro privilegiadísimo microclima que propicia la flor intensa y permanente que da lugar a la que hemos llamado “MANTA DE FLOR” y, con ésta, a la incomparable excelencia de la manzanilla de Sanlúcar de Barrameda, auténtica reina de los vinos en flor, ante la que tantos se han rendido y muchos con gran admiración, satisfacción y cariño, como los susodichos señores Jaraquemada Ovando y Criado Espejo.
Esta singularidad de la manzanilla constituye un sentimiento no solo individual sino también colectivo de Sanlúcar y de tal entidad que, en el pasado siglo, una de las no muchas huelgas generales que se produjeron fue precisamente en defensa de la sinonimia Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda, identidad de significación tan arraigada que, en sesión ordinaria de 31 de enero de 1994, el Excelentísimo Ayuntamiento Pleno de Sanlúcar de Barrameda declaró que el Himno de la Manzanilla era el de la ciudad, con lo cual se proclama la íntima unión del vino con su pueblo, mediante una pública confesión de amor y agradecimiento, más de la nostalgia y deseo constante que hemos referido con anterioridad, como es de ver en su texto, del que es autor Juan M. Barba Mora –con música de Fernando Espinar Rodríguez-, cuyo contenido es el siguiente:
“Por tu vino y por tus flores,tus mujeres y tu mar,Sanlúcar de mis amores,nada te puede igualar.
Cuando estoy en tierra extrañarecuerdo tu maravilla,y por ser honra de Españasiempre bebo Manzanilla.
Estribillo:
Manzanilla, Manzanilla,eres rayito de sol;a tu vera no hay pesares,reina del vino español.
Por donde quiera que voytu glorioso nombre brilla;Sanlúcar, tierra de ensueño,es mi amor tu Manzanilla.
* * *
Mi copa sabe reíry tiene fragancia y luz;yo no comprendo el vivirsin este vino andaluz.
La guitarra y la mantillay el embrujo de un quererenvuelve la Manzanillaen un beso de mujer”.
Otra muestra de dicho sentimiento colectivo es la iniciativa de nuestro Ayuntamiento de erigir un monumento a la Manzanilla, que se ubicaría en avenida del mismo nombre.
Sumamente trascendental fue el establecimiento de la denominación de origen “Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda”, lo que ya se proclamó en el Estatuto del Vino de 1932, desarrollado y reiterado posteriormente, con motivo de diversas modificaciones reglamentarias, siendo de gran relevancia el acogimiento de esta conciencia unánime de sanluqueñismo en el Reglamento (CE) Nº 1426/96 del Consejo de 26 de junio de 1996, por el que el término “manzanilla” ha pasado a ser un nombre geográfico utilizado para la denominación de un vino de calidad producido en región determinada, concretamente, SANLÚCAR DE BARRAMEDA, lo que declaró la Sala 3ª del Tribunal Supremo en su sentencia de 25 de octubre de 2002, de la que fue Magistrado Ponente el Excmo. Sr. D. Fernando Ledesma Bartret, con profusas citas jurídicas –repetidas luego en la sentencia de la misma Sala de 10/02/2003- y argumentaciones muy amplias sobre ello, de las que distingo la que se contiene en su sexto Fundamento de Derecho, consistente en que “la Manzanilla es la denominación tradicional de un vino generoso característico y singular que se elabora en Sanlúcar de Barrameda... denominación de origen Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda que goza de una amplia difusión y conocimiento en el mercado, habiendo consolidado un notable prestigio y generado una adicta clientela cuyas expectativas no pueden ser defraudadas...”
Estamos ante un caso muy infrecuente de vino con nombre propio, equiparado a delimitación geográfica, que se circunscribe solamente a nuestra Sanlúcar de Barrameda –por cierto, Excma. Sra. Alcaldesa habrá que comunicarlo así a la Real Academia Española para que la octava acepción de la palabra “manzanilla” se defina con esa exclusividad- que, asimismo, también tiene a su favor una circunstancia muy inusual, como es la de pertenecer a otras tres denominaciones de origen, cuales son Jerez-Xérès-Sherry, Vinagre de Jerez y Brandy de Jerez, por lo que es palmaria nuestra suma importancia enológica y, si a ello añadimos todo lo que se ha dicho, tenemos forzosamente que concluir como Manuel Machado en su famosa poesía:
“LA MANZANILLA
La manzanilla es mi vino
porque es alegre, y es buena
y porque –amable sirena-
su canto encanta el camino.
Es un poema divino
que en la sal y el sol se baña…
la médula de una caña
más rica que la de azúcar…
El color que da Sanlúcar
a la bandera de España”
Santiago Romero de Bustillo
Sanlúcar de Barrameda. Mayo de 2008
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